El diseño de interiores puede
definirse como la tarea de conseguir la habitabilidad de los espacios, mediante
criterios de estética y confort, con la finalidad de satisfacer a las personas.
En muchas ocasiones, se confunde el diseño con la decoración de interiores, sin
embargo el diseño interior es una disciplina en la que entran en juego factores
como la psicología ambiental, la arquitectura, el diseño industrial y la
decoración tradicional.
La principal herramienta de
trabajo para el diseñador es el manejo del espacio. Este debe ser modificado y
adaptado según las necesidades del cliente, buscando siempre la solución más
funcional y económica. Además, deben tenerse en cuenta las distintas variables
que conforma el universo del espacio arquitectónico, como la iluminación, la
disposición de los materiales o las localizaciones estructurales.
Otro de los errores que se comete
con frecuencia es confundir a los diseñadores con artistas porque lo único que
tienen en común es el uso de la creatividad. La principal diferencia entre
ambos es que el diseño de interior es un oficio en el que se trabaja por
encargo, por lo que deben justificarse las propuestas y contar con la opinión
del cliente. El artista, sin embargo, trabaja de forma más espontánea y es
posible que sus obras no necesiten justificación.
Cuando se diseñan espacios deben
tenerse en cuenta aspectos muy subjetivos como los intereses concretos de las
personas que van a vivir en esos ambientes. Por tanto, es fundamental escuchar
las ideas prácticas y personales que éstos tienen sobre el confort y la
estética. El trabajo del diseñador es ofrecer respuestas contundentes sobre
aspectos como la distribución de espacios, colores, texturas, iluminación,
proporciones u objetos en el ambiente.